ENTRENADORES-AS AL SERVICIO DEL (LA) DEPORTISTA

Domingo  /  13 de Junio, 2021

Hace varios meses un deportista se puso en contacto conmigo para trabajar ciertos aspectos motivacionales. Quería mejorar, progresar y ver hasta dónde podía llegar en la disciplina que practicaba. Siendo consciente que ese objetivo le supondría esfuerzo, tanto físico como mental, así como cambiar o modificar ciertos hábitos. Me comentaba que estaba dispuesto a darlo todo, apostar por realizar ese trayecto, intentarlo.

Sin pretender minimizar su estado de ánimo, le expliqué que, dentro de mi terreno de actuación, el coaching, podríamos trabajar aspectos que nos permitieran conseguir las “metas de proceso”, en la mejora, pero las de “resultado” dependían de otros factores que no estaban a nuestro alcance. Lo entendió.

Este tipo de situaciones son una gozada. Un-a deportista joven que destaca en su especialidad y, sin dejar sus estudios, apuesta por organizarse en la realización de dicho objetivo: “¿puedo dedicarme profesionalmente a esto?”. Bonito reto, tanto para el (la) deportista como para nosotros-as sus entrenadores-as.

Para la parte técnica y táctica tenía su entrenador en el club en el que desarrollaba la actividad, contratando los servicios de un coach y una nutricionista. El tema físico lo preparaba con un entrenador personal. Su apuesta era clara y decidida. Quería disfrutar de todo este proceso y ver qué resultados podía obtener a medio plazo.

En las primeras sesiones, percibí que algo no encajaba. El entreno técnico/táctico, físico y mental no iban alineados. Es aquí donde me paro a reflexionar. No es la primera vez que me encuentro en una situación parecida. 

La primera dificultad que tienen algunos-as deportistas no profesionales, es que todos-as quienes componemos su equipo de entreno (entrenador-a, preparador-a físico, coach, dietista…) no formamos parte de la misma estructura. Evidentemente todos-as buscamos lo mejor para el (la) deportista, pero si estuviéramos coordinados-as para interactuar, sería mucho más sencillo.

Cabe señalar que los clubes van avanzando en su organización, aunque queda camino por recorrer. Algunas disciplinas cuentan con suficientes recursos humanos y materiales. Además, sus federaciones organizan cursos para conseguir las licencias de entrenador-a, así como diferentes formaciones (liderazgo, comunicación…) que suponga tener a los entrenadores-as debidamente preparados-as para educar, enseñar, corregir y mejorar a sus deportistas. 

Por el contrario, otras disciplinas deportivas no consiguen ajustar o actualizar los recursos a las necesidades de los-as deportistas de hoy día. Entrenadores-as que ofrecen su mejor predisposición, conocimientos, experiencias, tiempo… al servicio del club, la práctica deportiva desarrollada y los-as deportistas que la practican, aun sin licencias ni formación. Evidentemente es de agradecer su voluntad, pero aspectos como el tiempo y las ganas ¿son suficientes para entrenar?

Tener experiencia, ser competitivo-a, etc. es perfecto, está muy bien. Pero para entrenar necesitamos también otros conocimientos y habilidades. Como, por ejemplo:

Conocimiento de la disciplina deportiva (es una constante actualización).

• Dirigir correctamente un equipo (la colectividad) y sus integrantes (cada persona es un mundo).

• Ser un-a líder (dominar ciertos estilos de liderazgo, saber qué nos ofrecen cada uno de ellos y saberlos incorporar y manejar en diferentes circunstancias).

• Dominio de la comunicación (la verbal, la no verbal, asertividad, empatía, feedback…)

Transmitir valores y creencias.

• Gestionar el entorno del (la) deportista (padres/madres, amigos-as, medios…)

• Saber gestionar las emociones (primero las nuestras: autoconocimiento, después del resto: los-as deportistas).

Pensemos además que un entrenador-a se convierte en ejemplo para sus deportistas, siendo la imagen pública del club, puesto que lo representa. 

A través de los entrenamientos y la puesta en práctica de las habilidades mencionadas, tenemos que lograr que se divierta, mejore, avance y esté preparado para competir. Si no lo conseguimos, el (la) deportista puede padecer estrés, tendrá sensación permanente de fracaso, bajará el rendimiento y optará por abandonar la práctica deportiva o, en el mejor de los casos, estancarse sin ningún disfrute ni avance.

La formación de los entrenadores-as (técnico/táctico, físico y mental) debe ser constante y continua. Porque formamos personas, después deportistas.